Operación Angustia
Nora Merlín.
Fuente: https://www.eldestapeweb.com/
Llama la atención que TN, Clarín e Infobae se preocupen tanto por la salud mental de la población, en tanto no se opusieron, durante la gestión de Cambiemos, a la falta de inversión en el sistema de salud.
La semana pasada TN realizó una entrevista a un psicólogo de la Facultad de Psicología de la UBA, en la que se refirieron a los problemas en la salud mental que trae la cuarentena.
En esa misma línea, luego de los anuncios del presidente sobre la extensión de la cuarentena, una periodista de Clarín le preguntó a Alberto Fernández si no tenía en cuenta la angustia social que estaba generando la cuarentena. Infobae, el 25 de mayo, publica un artículo en el que entrevista a 11 psicólogos y psicoanalistas que confirman “el sentimiento de angustia en tiempos de coronavirus”.
Llama la atención que TN, Clarín e Infobae se preocupen tanto por la salud mental de la población, en tanto no se opusieron, durante la gestión de Cambiemos, a la falta de inversión en el sistema de salud, que llegó hasta el desmantelamiento del Ministerio de Salud por parte del expresidente Macri, desprotegiendo física y psíquicamente a las grandes mayorías sociales, por citar un ejemplo en la larga lista de descuidos a la subjetividad.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
A partir de la pandemia la vida se volvió extraña; de un día para otro nos convertimos en protagonistas de una distopía. El aislamiento, la reclusión en las casas, la suspensión casi total de las actividades, la desorganización de la vida, la pérdida económica, el miedo al contagio y a la muerte se volvieron moneda corriente. No es necesario ser psicólogo o psicoanalista para reconocer que en la cuarentena se vivencian una amplia gama de sensaciones y afectos displacenteros que implican padecimiento para el aparato psíquico; pero no se trata de una angustia generada por el aislamiento mismo, aunque su implementación nos afecte, sino por aquello que lo motiva, el coronavirus.
La angustia, tal como la plantea Freud desde el comienzo hasta el final de su obra, surge cuando el Otro de los cuidados se ausenta y se genera un estado de aumento de la tensión que se vive como amenazante, porque se está en situación de indefensión y desamparo.
En la Argentina, el aislamiento se produjo con planificación y prevención cuando la epidemia no estaba desencadenada. La estrategia del gobierno y del Ministerio de Salud consistió en organizar la comunidad, poniendo el Estado al servicio de la salud y la contención pueblo.
En el tiempo de la urgencia, se entendió que el otro no es ni mi enemigo ni el culpable, sino mi prójimo. Que la suerte y el cuidado de él también es el mío, ya que es imposible salvarse sólo. Que el amor es político y que el aislamiento nada tiene que ver con el individualismo neoliberal, en el que cada uno, indiferente al prójimo, se enfrasca en su tribu mientras se mira el ombligo. Se configuró en el país un aislamiento que no fue exclusión ni identificación al resto, sino un acto de amor político, de cuidado de sí y de la comunidad, porque la solidaridad no es caridad, sino la base de lo colectivo.
El cuidado o el control del Estado no tiene que ser en sí mismo persecutorio y hostil; puede consistir en una acción política democrática de intentar frenar la muerte, no sólo para la élite, sino para todxs. Tampoco la obediencia indica siempre servilismo; puede significar, como sucede mayoritariamente en la Argentina en las actuales circunstancias, la decisión responsable y colectiva de asumir que el cuidado propio implica también el de todxs, y viceversa.
Los países organizados por la lógica del mercado, basada en la reducción de los costos, dejaron al cuerpo singular y social amenazado por la enfermedad y la muerte. Esos países no cuidaron a su gente, la dejaron a la intemperie, en angustiosa indefensión y expuesta a la muerte.
Los medios corporativos, eslabón cómplice de un sistema tanatopolítico que decide quién vive y quién muere, una vez más pretenden sugestionar y capturarnos con sus dispositivos de control. Intentan hoy atacar la cuarentena, fogoneando el cuento de la angustia y la salud mental: su operación es desplazar el peligro del virus a las medidas de protección y cuidado que apuntan a evitarlo, a defender la vida ante su mayor enemigo, el riesgo de perderla. Como si, refugiados en medio de un bombardeo, se nos hablara de la angustia por el encierro, convocándonos a disfrutar de la libertad individual del exterior, al precio de ser exterminados.
Hay que ser muy canalla para afirmar que la cuarentena genera problemas de salud mental. Se trata de un argumento ideológico agitado por el establishment en nombre de la ciencia, que negligentemente clama por el levantamiento de la cuarentena para privilegiar sus ganancias; ¿y los muertos? Ya se sabe cómo piensan: una vez más, que los ponga el pueblo.
Nora Merlín.
Fuente: https://www.eldestapeweb.com/
Llama la atención que TN, Clarín e Infobae se preocupen tanto por la salud mental de la población, en tanto no se opusieron, durante la gestión de Cambiemos, a la falta de inversión en el sistema de salud.
La semana pasada TN realizó una entrevista a un psicólogo de la Facultad de Psicología de la UBA, en la que se refirieron a los problemas en la salud mental que trae la cuarentena.
En esa misma línea, luego de los anuncios del presidente sobre la extensión de la cuarentena, una periodista de Clarín le preguntó a Alberto Fernández si no tenía en cuenta la angustia social que estaba generando la cuarentena. Infobae, el 25 de mayo, publica un artículo en el que entrevista a 11 psicólogos y psicoanalistas que confirman “el sentimiento de angustia en tiempos de coronavirus”.
Llama la atención que TN, Clarín e Infobae se preocupen tanto por la salud mental de la población, en tanto no se opusieron, durante la gestión de Cambiemos, a la falta de inversión en el sistema de salud, que llegó hasta el desmantelamiento del Ministerio de Salud por parte del expresidente Macri, desprotegiendo física y psíquicamente a las grandes mayorías sociales, por citar un ejemplo en la larga lista de descuidos a la subjetividad.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
A partir de la pandemia la vida se volvió extraña; de un día para otro nos convertimos en protagonistas de una distopía. El aislamiento, la reclusión en las casas, la suspensión casi total de las actividades, la desorganización de la vida, la pérdida económica, el miedo al contagio y a la muerte se volvieron moneda corriente. No es necesario ser psicólogo o psicoanalista para reconocer que en la cuarentena se vivencian una amplia gama de sensaciones y afectos displacenteros que implican padecimiento para el aparato psíquico; pero no se trata de una angustia generada por el aislamiento mismo, aunque su implementación nos afecte, sino por aquello que lo motiva, el coronavirus.
La angustia, tal como la plantea Freud desde el comienzo hasta el final de su obra, surge cuando el Otro de los cuidados se ausenta y se genera un estado de aumento de la tensión que se vive como amenazante, porque se está en situación de indefensión y desamparo.
En la Argentina, el aislamiento se produjo con planificación y prevención cuando la epidemia no estaba desencadenada. La estrategia del gobierno y del Ministerio de Salud consistió en organizar la comunidad, poniendo el Estado al servicio de la salud y la contención pueblo.
En el tiempo de la urgencia, se entendió que el otro no es ni mi enemigo ni el culpable, sino mi prójimo. Que la suerte y el cuidado de él también es el mío, ya que es imposible salvarse sólo. Que el amor es político y que el aislamiento nada tiene que ver con el individualismo neoliberal, en el que cada uno, indiferente al prójimo, se enfrasca en su tribu mientras se mira el ombligo. Se configuró en el país un aislamiento que no fue exclusión ni identificación al resto, sino un acto de amor político, de cuidado de sí y de la comunidad, porque la solidaridad no es caridad, sino la base de lo colectivo.
El cuidado o el control del Estado no tiene que ser en sí mismo persecutorio y hostil; puede consistir en una acción política democrática de intentar frenar la muerte, no sólo para la élite, sino para todxs. Tampoco la obediencia indica siempre servilismo; puede significar, como sucede mayoritariamente en la Argentina en las actuales circunstancias, la decisión responsable y colectiva de asumir que el cuidado propio implica también el de todxs, y viceversa.
Los países organizados por la lógica del mercado, basada en la reducción de los costos, dejaron al cuerpo singular y social amenazado por la enfermedad y la muerte. Esos países no cuidaron a su gente, la dejaron a la intemperie, en angustiosa indefensión y expuesta a la muerte.
Los medios corporativos, eslabón cómplice de un sistema tanatopolítico que decide quién vive y quién muere, una vez más pretenden sugestionar y capturarnos con sus dispositivos de control. Intentan hoy atacar la cuarentena, fogoneando el cuento de la angustia y la salud mental: su operación es desplazar el peligro del virus a las medidas de protección y cuidado que apuntan a evitarlo, a defender la vida ante su mayor enemigo, el riesgo de perderla. Como si, refugiados en medio de un bombardeo, se nos hablara de la angustia por el encierro, convocándonos a disfrutar de la libertad individual del exterior, al precio de ser exterminados.
Hay que ser muy canalla para afirmar que la cuarentena genera problemas de salud mental. Se trata de un argumento ideológico agitado por el establishment en nombre de la ciencia, que negligentemente clama por el levantamiento de la cuarentena para privilegiar sus ganancias; ¿y los muertos? Ya se sabe cómo piensan: una vez más, que los ponga el pueblo.
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