Efectos del
coronavirus en la subjetividad: distopía y negocio empresarial
NORA MERLIN
El virus, un acontecimiento biológico, político, social y
económico, produjo y producirá diferentes efectos en la subjetividad que
tenemos que ir evaluando.
¿Se trata de una interrupción, un paréntesis y después
volveremos a la vida normal? ¿Es un cambio definitivo? ¿Comienza una nueva
vida? ¿Qué nos espera cuando finalice la pandemia?
Si bien es temprano para dar respuestas, ya podemos afirmar
que el coronavirus sacudió nuestros habituales modos de vida. El aislamiento
físico se presenta como nuevo imperativo cultural, así lo expresan el hashtag
“quédate en casa”, la distancia prudencial que se debe mantener en las escasas
salidas, el obligatorio uso del barbijo y el saludo codo a codo. La vida casi
completamente virtualizada va produciendo una nueva normalidad, en la que el
cuerpo y el encuentro real han quedado prácticamente eliminados en los
intercambios, mientras las cosas se mediatizan y hasta transforman en signos y
mensajes.
La hiperconexión virtual, por Whatsapp, Skype, Zoom y un
largo etcétera, constituye el recurso fundamental para que la cuarentena, única
vacuna por el momento contra el coronavirus, no implique un aislamiento social
absoluto. De un día para otro y casi sin entrenar, la subjetividad debió dar un
salto tecnológico, reconvirtiéndose a home office, teleeducación y relaciones
interpersonales por las redes. La virtualidad se impuso intempestivamente formando
parte de una nueva normalidad, y todo hace suponer que vino para quedarse. Es
necesario comenzar a pensar la relación entre el cambio del uso tecnológico en
curso, los procesos sociales y los efectos en la subjetividad.
Bifo Berardi afirmó que la mutación tecnológica no involucra
sólo los hábitos, sino que afecta también nuestra sensibilidad. La creciente
digitalización interviene y condiciona la manera en que percibimos y
proyectamos. Recordemos que el cuerpo, que no es natural ni biológico, se constituye
y erotiza desde el nacimiento a partir de los cuidados del Otro. Esos
intercambios en los que intervienen la piel -en tanto superficie de
inscripción-, el pecho, las heces, la mirada y la voz junto con sus zonas
corporales, encarnan para cada sujeto de manera indeleble la marca
erótico-existencial de su ser en el mundo.
En medio de la pandemia, estando obstaculizadas las
conexiones y los intercambios reales, de donde resulta la virtualidad como
regla, y la presencia de los cuerpos la excepción, cabe que nos preguntemos ¿La
virtualización de la vida pone en peligro las relaciones afectivas? ¿Cómo
sentir el cuerpo, el sufrimiento o el placer del otro sin encuentros reales?
¿Hallarán los afectos maneras de resurgir? ¿Cómo será el amor y la sexualidad de
una subjetividad que limita al máximo el contacto real?
La vida en cuarentena se convirtió en un laboratorio en el
que se comprueba que el mundo virtualizado es altamente rentable para gran
parte de empresas privadas, que se ahorran la infraestructura, y mucho más para
las corporaciones informáticas, que al beneficio anterior suman el del
extraordinario incremento de sus ventas. Se plantea el riesgo de que la
virtualidad se convierta en una forma privilegiada de vida que incluye
comercio, telesalud, teletrabajo, teleeducación y hasta gimnasios.
A partir del coronavirus nuestra existencia transcurre en
una distopía, como si pasáramos a protagonizar episodios de la saga de «Black
Mirror ». Los contagios en las villas y los muertos por la pandemia, como una
pesadilla horrorosa nos despiertan del sueño virtual y nos recuerdan que el
crimen de la realidad real, como decía Baudrillard, no se consumó del todo.
Durante más de 30
años la neoliberal consigna “No hay más alternativa” ganó el sentido común
global y una subjetividad colonizada se sometió a ese “mandato”. Hoy las
corporaciones informáticas, Google, Amazon, Apple y el resto, se están
ofreciendo como nuestra única esperanza para protegernos de los nuevos virus
que nos acompañarán en los próximos años. Es un deja vu, una nueva versión que
lleva a instalar y hacer creer que “No hay más alternativa”.
Asumiendo que las transformaciones tecnológicas son
imposibles de ser frenadas, debemos estar advertidos de esta forma
contemporánea de dominación de la subjetividad, que pretende hacernos creer que
no hay más alternativa que la virtualización de la vida.
A partir del desencadenamiento del coronavirus, en
contraposición a la thanatopolítica neoliberal que pretende levantar la
cuarentena para defender el mercado, vemos surgir otras posibilidades que
apuntan a fortalecer el Estado, la salud pública, la distribución más
equitativa y custodiar los derechos. Constatamos un cambio en los valores en el
que la solidaridad, el cuidar al otro y el cuidarse parecen rechazar al
individualismo neoliberal. Estos valores, solidaridad y cuidado, son
imprescindibles para la construcción política de un pueblo.
La cultura hoy se plantea como un campo de batalla entre las
corporaciones y las fuerzas populares, en el que se dirime nuestro modo de
vida, resultando el cuerpo el botín de guerra o su defensa colectiva lo que se
vislumbra como alternativa radical. El conflicto se resume como Eros o Tánatos.
A partir del coronavirus, el mantenimiento de los lazos
sociales reales y la política participativa se convierten en formas de
resistencia y en el desafío político principal.
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